El auge de la inteligencia artificial está generando inquietudes por su impacto ambiental, ético y social, especialmente ante la automatización de infraestructuras y productos cotidianos. La huella de carbono de la IA en 2025 ya se equipara a la de una megaciudad, mientras la verificación y la confianza en sistemas automatizados se convierten en prioridades para desarrolladores y usuarios. Estos desafíos exigen una revisión urgente de la eficiencia energética y de los estándares éticos en la adopción tecnológica.
Bluesky
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